La Fascia

Comencemos como suelo hacer con mis pacientes en consulta: ¿Sabes lo que es la fascia? Es la membrana que recubre todo nuestro organismo… nuestros músculos, pero también los nervios, los vasos, las vísceras, etc. y, esta membrana, no es independiente para cada estructura, sino que, como si de un “mono de buceo” se tratara, sólo tenemos una que lo recubre y conecta todo en globalidad. Ahora, imagina que tenemos una adherencia en la zona de la nalga del neopreno, es fácil comprender que esa tensión se transmitirá a lo largo de toda la pierna hasta la zona del gemelo ¿verdad? Incluso impidiendo que el buzo mueva y extienda esa extremidad con libertad y normalidad.

 

Bien, pongámonos un poco más técnicos, la fascia es una estructura unificadora hecha de tejido conectivo y que se extiende por todo el organismo de forma continua. Hay que entenderla como una red tridimensional formada por colágeno, que reúne diferentes tipos de células, y que se relaciona y comunica con otros sistemas del cuerpo humano. 

"Es una estructura viva, lo conecta todo de forma dinámica, está ricamente inervada por terminaciones nerviosas, y tiene capacidad de movimiento propio".

Así pues, de apariencia membranosa y muy bien hidratada, es como un malla fina y elástica que conecta y envuelve de forma ininterrumpida todas las estructuras corporales desde el cerebro hasta nuestros pies: músculos y articulaciones, pero también tendones, ligamentos, nervios, vasos, órganos… dando soporte y forma a nuestro organismo, y pudiéndose considerar en sí misma un sistema con autonomía propia, el sistema fascial.

Es una estructura viva, lo conecta todo de forma dinámica, está ricamente inervada por terminaciones nerviosas, y tiene capacidad de movimiento propio. La fascia conecta cualquier parte de nuestro organismo con el resto y, si una zona queda lesionada, puede afectar a otras a distancia, alejadas del lugar originario del traumatismo. Además, posee mecanorreceptores y nociceptores capaces de identificar una situación de peligro y provocar tensión y dolores inespecíficos, actuando como una autopista de la información a lo largo de todo nuestro organismo… salvando las distancias, podríamos incluso considerarla como un sistema nervioso primario.

La fascia envuelve a los músculos asegurándoles un entorno resbaladizo, transmite el movimiento de los mismos a los huesos, envuelve y asegura el buen deslizamiento de nervios y vasos, suspende a las vísceras en su cavidad… y es cuando ésta se queda adherida y rígida (el colágeno pasa de un estado fluido a sólido), cuando el sistema pierde capacidad de movimiento entre los diferentes planos y aparecen dolores, ocasionando muchas veces un círculo vicioso: la fascia, al perder en plasticidad, estimula los receptores que envían información al cerebro y éste lo interpreta como una amenaza, produciendo dolor y aún más pérdida de elasticidad como mecanismo de protección… la persona, al sentir dolor, tiende a evitar el movimiento, y ello impide que el tejido se vuelva a hidratar y recupere su elasticidad; la solución es dar movimiento y reeducar al sistema, el cual debe de encontrarse en un complejo y funcional equilibrio.

Y, ¿por qué y cuándo da problemas la fascia? Este tejido puede perder en plasticidad y quedarse rígido por una postura inadecuada mantenida en el tiempo, o por un mal patrón de movimiento repetitivo, por ejemplo, y creo que esto es obvio, pero su elasticidad también va a depender del contexto metabólico del individuo. Así pues, podemos encontrar un tejido conectivo de mala calidad e inestable si existen deficiencias en la hidratación (desbalanceo hídrico y de minerales), problemas digestivos que ocasionen una mala absorción de vitaminas y minerales, activación del sistema inmune con presencia de citoquinas inflamatorias, disfunciones hormonales (tiroides, estrógenos…), un excesivo metabolismo glucolítico, situaciones de resistencia a la insulina, excitación del sistema nervioso, contextos mantenidos de carencia de energía… entre otras muchas causas. Y por ello es fácil encontrarse lesiones biomecánicas tras realizar ejercicio de alta intensidad en un contexto metabólico alterado: se parte de un tejido inestable y de mala calidad, y el gesto deportivo simplemente es el desencadenante del cuadro doloroso, pero no el problema de base en sí.

Para finalizar, ahora ya sí, es fácil entender que, de acondicionar y normalizar todo el sistema fascial, se producirá una mejor comunicación y coordinación en las transferencias de fuerza y movimiento entre las diferentes palancas corporales, repercutiendo todo ello en la eficiencia del gesto deportivo y el rendimiento. Del mismo modo, de tener un tejido bien hidratado, se mejorará el flujo vascular y linfático entre los diferentes sistemas, dando como resultado una mejor salud metabólica y capacidad de adaptación de la misma a cualquier agente estresor, o a la actividad deportiva, por ejemplo. Y, por último, a nivel de sistema nervioso, que el tejido que lo envuelve esté más elástico, hará que sea mucho más fácil transmitir calma y no señales de alerta a todo el organismo vía interoceptiva.

“En cualquier sistema biológico, la base de la adaptación es la comunicación.”